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Aquellos Locutores

Señor director:

Antes de que concluyera la década de los noventa, quienes aspiraban a intervenir en programas de radio y televisión debían presentar un examen de conocimientos, y tras su aprobación, la Secretaría de Educación Pública les entregaba una licencia para trabajar en cualquier emisora de radio o televisión del país.

Aquella prueba constaba de tres elementos esenciales. La primera era un cuestionario sobre temas de cultura general: desde buen uso del idioma y razonamiento lógico hasta geografía e historia. Luego el aspirante se sometía a un ejercicio de pronunciación en varios, idiomas como el inglés, francés, italiano y alemán. Y finalmente, presentaba, ante un grupo de sinodales un examen de expresión oral.

Vale la pena apuntar que el rigor de los sinodales impedía que se expidiera una licencia que avalara sin méritos (talento y cultura, en los hechos) al solicitante. Por ello, muchas personas que, a la postre. fueron conocidas nunca lograron ostentarla.

¿A qué quiero llegar? Que hasta hace dos décadas los locutores estaban capacitados para colocarse frente a un micrófono, pues no sólo sabían intepretar un texto o hablar propiamente su idioma, sino que, además, eran dueños de una vasta cultura que les permitía honrar uno de los postulados de la Ley Federal de Radio y Televisión: formar e instruir por medio de los valores nacionales al auditorio.

Por desgracia, el examen de locución se eliminó durante el gobierno de Vicente Fox y casi dos décadas más tarde, con el actual Presidente en el poder, se quitó el requisito de contar con un certificado de aptitud, expedido por la Dirección General de Televisión Educativa de la SEP, para ejercer la profesión de locutor.

Esta carencia, considero, ha mermado la calidad de los contenidos audiovisuales y es necesario reimpulsar la certificación de locutores o, por lo menos, hacer conscientes a las nuevas generaciones de la importancia de esa profesión. Aunque, con honor a la verdad, reconozco que hoy tenemos a muchos espléndidos maestros de la palabra oral.

JUAN JOSÉ MARÍN
CIUDAD DE MÉXICO

vía Especialistas

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