Contrapesos que no sirven

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Por Federico González Luna Bueno

En teoría política existe la de los pesos y contrapesos entre los diferentes factores formales o reales de poder dentro del Estado, bajo la lógica simple –y de naturaleza humana– de que quien tiene un poder ilimitado o predominante normalmente abusará del mismo; de ahí la necesidad de un contrapeso que lo equilibre.

La realidad económica muestra algo similar: quien tiene una posición dominante tenderá a desplazar a sus competidores, elevar precios y, por consiguiente, afectar a los consumidores, lo que hace legítimo y necesario imponer (no acordar) frenos y contrapesos.

Esta semana trascendieron las declaraciones del economista colombiano Felipe Buitrago, quien compara los casos colombiano y mexicano del sector telecomunicaciones, donde tristemente comparten el mismo mal: un operador dominante que abusa de su posición de ventaja.

En Colombia opera Claro, filial de América Móvil, quien contaba con 65 por ciento de los usuarios antes de la imposición de medidas asimétricas por la Comisión de Regulación de Comunicaciones. En el caso mexicano se tiene a América Móvil (Telmex-Telcel) que actualmente mantienen 68.4 por ciento de los usuarios móviles y 66.7 por ciento de los usuarios de telefonía fija, pese a que hace dos años se le impusieron medidas asimétricas a través de la declaratoria de preponderancia por parte del Instituto Federal de Telecomunicaciones.

Ambos casos muestran la dificultad de que las medidas asimétricas tengan un resultado efectivo y positivo en el corto o mediano plazos. Son medidas que requieren implantarse, ejecutarse y vigilarse. Fructificar y madurar. Su efectividad no se da por el mero transcurso del tiempo ni por el cumplimiento de un plazo para su revisión, tampoco por las declaraciones que se hacen a la prensa o en reportes en el mercado de valores; su efectividad sólo puede darse en la realidad y, si ahí no se observa, entonces deben hacerse más estrictas o, incluso, revisarlas integralmente para destruir las barreras que impiden el cambio.

El mandato constitucional es muy claro: el mercado de telecomunicaciones debe operar en condiciones de competencia efectiva. Ése es también el mandato del IFT, imperativo.

Hasta ahora, en México, pese a las medidas asimétricas impuestas, aún estamos lejos de apreciar cambios significativos en el mercado, ya sea en los ingresos o en el número de usuarios de América Móvil, con disminuciones menores a 3.0 por ciento en ambos rubros.

El objetivo de la regulación de preponderancia no es reducir a 50 por ciento o menos la participación de mercado de América Móvil, sino ser un gestor de competencia efectiva, cosa que no se ha logrado.

Para abril de 2016 y de cara a la revisión de la efectividad de las medidas de preponderancia impuestas a América Móvil, todo apunta a un mercado muy lejano a la competencia efectiva: la concentración económica de más de cinco mil puntos bajo el índice de Herfindahl e Hirschman; la concentración de más de dos tercios del sector en una sola empresa, y la existencia de prácticas anticompetitivas reiteradas.

Hay que recordar que la preponderancia, ante lustros y lustros de acumulación de poder económico –y político–, devino en una medida asimétrica de fácil determinación, expedita y de efectividad inmediata, para cuya procedencia bastaba que el agente económico tuviese una participación nacional mayor a 50 por ciento del número de usuarios o suscriptores, sin necesidad de acreditar los extremos legales y técnicos de la existencia de un poder sustancial en un mercado relevante.

Relajar las medidas de preponderancia sería un contrasentido (así como permitir formalmente que el preponderante prestara servicios adicionales de televisión, lo que sólo serviría para catalizar aún más su poder de mercado).

La finalidad era imponer reglas asimétricas que tuvieran como efecto un cambio disruptivo e inmediato en el corto plazo. ¿Se logró? Una realidad que no cambia nos indica que la regulación al preponderante en telecomunicaciones ha sido estéril, en buena medida.

Hasta ahora, por mucho que se haya esforzado, la autoridad no ha podido equilibrar la balanza. Aún falta mucho por andar.

 

vía El Financiero

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