La necesidad de otorgar mayor cantidad de espectro radioeléctrico a los prestadores de servicio móvil a lo largo de la América Latina es un elemento necesario para impulsar el despliegue de tecnologías de banda ancha móvil. La solución a esta necesidad permitirá continuar con la evolución tecnológica para saciar la creciente demanda de la sociedad y permitir a los gobiernos comenzar a utilizar estas tecnologías para promover el desarrollo por medio de soluciones específicas para segmentos como la salud, la educación y la administración pública.
La adjudicación de este insumo tiene como consecuencia allanar el camino para la llegada de nuevas tecnologías, como también permite un desarrollo menos traumático de las tecnologías ya disponibles en el mercado. Asimismo, la armonización regional de las frecuencias a ser utilizadas brinda como ventaja adicional la existencia de economías de escala en dispositivos, abaratándolos y viabilizando una adopción acelerada por parte de los consumidores.
En este último renglón, América Latina aún tiene mucho trabajo por hacer. A finales del 2015, la banda de 850 MHz es el único espectro común ofrecido en todos los mercados de América Latina. Asimismo, para esta fecha, 14 de ellos han asignado espectro AWS 1.7/2.1 GHz (1,710-1,755 MHz apareada con 2,110-2,155 MHz) y al menos cinco mercados completaron la ubicación de 2.5 GHz (2,500 MHz a 2,690 MHz) para la provisión de servicios móviles. En lo referente a la frecuencia de 700 MHz APT (banda 28) que en México será utilizada para ofrecer servicios mayoristas, en la actualidad apenas tres operadores en dos países —Argentina y Panamá— la están utilizando para ofrecer servicios comerciales de LTE.
Si el espectro radioeléctrico es tan importante, ¿existe algún parámetro que sirva para ver el desempeño de los países en entregarlo para su explotación? Resulta que para servicios móviles, sí existen documentos donde se establecen sugerencias sobre el monto total de espectro radioeléctrico que debe otorgarse a los operadores para el desarrollo de servicios móviles.
El Reporte de Radiocomunicaciones para Móviles, Radio-determinación Amateur y Servicios Satelitales Relacionados 2078 de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU-R M. 2078) establece sugerencias para la asignación de suficiente radioespectro para permitir el apropiado desarrollo de IMT-2000 e IMT-Avanzado, siendo 1,300 MHz la cantidad sugerida para el 2015 y 1,720 MHz para el 2020. En la actualidad, la cantidad que las autoridades mexicanas han entregado es de 314.4 MHz, equivalente a 24.2% de la recomendación para el 2015 o 18.3% a la del 2020.
A nivel latinoamericano debe mencionarse que el promedio regional de espectro que ha sido entregado a operadores móviles es de 330 MHz. La buena noticia es que diversos países como Colombia, Perú, Costa Rica, Honduras y Brasil, entre otros, han anunciado que quieren celebrar procesos para colocar en el mercado una mayor cantidad de espectro. En el caso mexicano, también hay buenas noticias, pues a corto plazo se espera que haya entre 220 MHz a 280 MHz adicionales (bandas de 700 MHz y 2.6 GHz) entregados a distintos operadores para impulsar la oferta de la banda ancha móvil en el país. Claro que lo importante es que todos estos planes se materialicen a corto plazo y no haya demoras inesperadas, pero tan desafortunadamente frecuentes en toda la región.
Obviamente entregar espectro radioeléctrico en la mayoría de las ocasiones no es tan sencillo como se puede pensar. No es simplemente identificar un bloque para la oferta de servicios, hay que asegurarse de que ese bloque esté limpio o lo que en palabras más sencillas quiere decir que nadie esté transmitiendo ningún tipo de señal que pueda causar interferencia a los servicios de los operadores que la desean explotar comercialmente.
Si las autoridades mexicanas logran cumplir a cabalidad su cronograma de entrega de espectro se posicionarán como uno de los líderes regionales en este aspecto. Pero sólo si cumplen el cronograma, por ahora el país se encuentra por debajo del promedio regional.
vía El Economista