Por Gabriel Sosa Plata
Las concentraciones en los sectores audiovisual y de las telecomunicaciones no son, en general, positivas para los consumidores ni para las audiencias. Estas operaciones no necesariamente derivan en una disminución de tarifas, cuando se trata de servicios como la telefonía móvil, y mucho menos en una mayor pluralidad y diversidad de contenidos, si hablamos de la programación que se ofrece en los sistemas de televisión. Concentraciones así pueden ser contrarias a la competencia e incluso para la libertad de expresión.
Por eso, la mega-compra de Time Warner por parte del grupo AT&T ha generado ciertos temores en Estados Unidos y en otros países, donde la influencia de ambas empresas es cada vez más importante por sus estrategias de expansión global y paulatina concentración de operadores regionales. Tan sólo en México, en 2015, AT&T se convirtió de la noche a la mañana, en el tercer operador de la telefonía móvil en una operación que le costó 4 mil 400 millones de dólares, con la adquisición de Iusacell y Nextel. Parece ser mucho dinero, pero si los comparamos con lo que pagará por Time Warner (85 mil 400 millones de dólares más 24 mil millones de deuda), y lo que pagó por DirecTV (unos 49 mil millones de dólares), podemos apreciar la dimensión de su operación en nuestro país.
La presencia de Time Warner en los contenidos que consumimos en la televisión en México es de igual manera significativa. Prácticamente todos los operadores de la TV de paga tienen incluidos sus canales (TNT, Cartoon Network, TBS, Turner Classic Movies, Boomerang, CNN, CNN International, CNN Español, HBO, Cinemax, Space, Infinito, Fashion TV, HTV y más). También algunos de sus programas o series se transmiten en televisión abierta. Además de su penetración, sus canales destacan por su audiencia. Por ejemplo, en la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales 2015, levantada por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), canales como TNT y Space se encuentran entre los que más vistos por adultos que cuentan con servicio de televisión por cable o por satélite.
Niñas y niños mexicanos de 7 a 12 años son también audiencias importantes de las producciones de Time Warner. Por ejemplo, en la misma encuesta, Cartoon Network, de Time Warner, aparece en el primer lugar de preferencias de quienes tienen acceso a la televisión de paga, con un 14 por ciento. En segundo lugar, con 13%, se encuentra Disney, de otro gigante, Walt Disney Company, y en tercero, con 10 por ciento, Nickelodeon, de Viacom.
Uno de los mayores riesgos que se advierten con esta concentración es que al estar involucrada la segunda mayor empresa de telefonía móvil y la primera de televisión por satélite en Estados Unidos con uno de los principales productores de contenidos en televisión, cine y de medios impresos, es que se puedan realizar prácticas que desplacen a sus competidores en TV, servicios móviles e internet. John Bergmayer, asesor de Public Knowledge, una organización que defiende los derechos digitales, dijo a The New York Times que acceder al contenido de Time Warner podría ser más costoso para dichos competidores o bien que se podría dar un tratamiento preferencial a su propia programación en sus redes y servicios.
Algo similar ha dicho la influyente organización Free Press, que desde hace años ha llevado a cabo una intensa campaña denominada Stop Big Media. Su director de Políticas, Matt Wood, afirmó a través de un comunicado que estas grandes fusiones “inevitablemente” significan precios más altos para los usuarios, ya que de otra manera se estaría imposibilitado de pagar los préstamos para financiar estas operaciones. También advirtió que esta adquisición incentivará la posibilidad de negar programación a otros distribuidores y favorecer su propio contenido, sin que esto implique ahorros para sus propios clientes.
En contraparte, hay quienes ven como lógica y necesaria la estrategia de AT&T y Time Warner, que nacieron en la era analógica, ante el impresionante crecimiento de empresas que surgieron en la era digital y de internet hace apenas algunos años, como Netflix y Google. Este fenómeno está reconfigurando los mercados audiovisual y de las telecomunicaciones en el mundo, en los que la convergencia tecnológica y de servicios ocupa un lugar cada vez más relevante y escapa de las lógicas tradicionales de regulación e interpretación de lo que está en juego en términos de poder económico, poder político y poder simbólico.
El doctor Martín Becerra, profesor de la Universidad de Quilmes y de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, interpreta este fenómeno como un proceso en el que “infraestructuras convergentes y contenidos conforman un mismo sector en el que por ahora conviven, con intensos conflictos, actores corporativos provenientes del sector de medios, otros de las telecomunicaciones, otros propios de internet, en una puja por capturar márgenes crecientes de rentabilidad y -en una suerte de darwinismo económico- por adaptarse mejor a los cambios y sobrevivir” (véase su libro “De la concentración a la convergencia”, Paidós, 2015).
Es aún muy aventurado prever el impacto que esta concentración tendrá en México. Quizás muchos vean con simpatía que AT&T pudiese ofrecer a sus clientes de telefonía móvil algunas promociones en exclusiva de series o programas de Time Warner, para disminuir la preponderancia de América Móvil. También no hay certeza de sus planes en televisión de paga. Recuérdese que posee el 49 por ciento de Sky, a través de DirecTV, mientras que Televisa posee el 51% restante. Para los pocos competidores de Sky, no debe ser una buena noticia el hecho de que muchos de los canales más exitosos de la televisión de paga estén ahora en manos de quien tiene casi la mitad de la empresa con mayor participación de mercado en la televisión por satélite y que en cualquier momento podría aumentar su presencia con el inicio de operaciones de DirecTV en México.
Ante la extranjerización de la propiedad y la afluencia de capitales de telecomunicaciones en el sector audiovisual, uno de los caminos para el rescate de la pluralidad y diversidad de contenidos está en el fortalecimiento de los medios públicos y la generación de estímulos para la producción nacional e independiente. Desafortunadamente en México, esa vía no ha sido prioritaria, ya que no hay un marco legal que lo propicie y, peor aún, en la administración de Peña Nieto se ha visto un retroceso con la disminución cada año de recursos hacia ambas modalidades de generación de contenidos.
El tema tiene muchas aristas. Por el momento será importante conocer los detalles del acuerdo AT&T-Time Warner, pues será la base para que los reguladores en Estados Unidos autoricen o no esta concentración, mucho más compleja que la fusión de Comcast con NBC-Universal, al no estar involucrados servicios inalámbricos.
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vía Sin Embargo