Imagen Televisión, ¿y la del Estado?

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Por Carlos Urdiales

La televisora de Olegario Vázquez Aldir es la nueva frecuencia que se suma al espectro que conforman los canales 1 (antes 13) y 40 subcanal del 1; al 2, y al 11 que es casi nacional a través del Sistema Público de Radiodifusión (SPREM).

Una tercera cadena nacional es noticia, sin duda. Genera interés parcial, expectativa especializada y juicios, pero también da pie a preguntar ¿dónde está la televisión pública mexicana? Las cosas buenas que casi no se cuentan también son su responsabilidad.

Las televisoras estatales o hacen milagros con presupuestos ínfimos, reflejo del desinterés, o bien sobreviven al apetito protagónico insaciable de sus gobernadores.

La televisión continúa siendo la reina de las pantallas, hordas de millennials no han podido matarla; el México 3.0 dista aún de ser la realidad (virtual nacional), aunque algunos, fuera y dentro del gobierno, se lo crean.

La pantalla grande sobrevive a pesar de tendencias por hacer videomemes como una suerte de ruda crítica política, de producir con texturas de videoblog, de impersonalidades, de influenciadores, y demás subgéneros emanados de la horizontalidad de estos nuevos medios, de éstos que son tan de todos que terminan por ser de nadie.

Sin embargo, hay pantallas grandes que buscan seguir siéndolo; el canal 3 nace, el 2 busca rumbo, por lo mismo el 7 se transforma, el 1 igual y el 40 más.

Las pantallas chicas, de móviles y tabletas, se multiplican, pero la conexión a banda ancha es inestable, utópica, cuesta; los planes de suscripción oscilan todos los días buscando cobrar por descarga, por navegar, por usar redes, por llamadas, por todo.

Los equipos indispensables son más accesibles gracias a créditos sin proporción en sus plazos, pero ni por asomo más baratos: las versiones 5, 6, 7 y las que vienen, cuestan su número multiplicado por dos en miles de pesos.

Las audiencias progresistas-revolucionarias-contestatarias que proliferan desde poltronas de cafés gourmet, a través de redes sociales, no voltearán a las pantallas grandes, concesionadas o públicas, para informarse y saciar su sed de justicia, veracidad y valor.

Acudirán de tanto en tanto, como todos, a ver la final, el debate, los reportes del sismo apenas pasó. Pero podrían ver más.

El Estado está obligado a recuperar su espacio en el espectro; qué bueno que debute el 3, pero dónde están el 11, el 22, TV UNAM, el mismo SPREM, incluso el Judicial o el del Congreso.

Hace años que la televisión pública rindió esa plaza que, en la Gran Bretaña, nadie se la quita a la BBC, o a las Antenas de España, o la PBS de Estados Unidos y muchas otras.

Las reformas en telecomunicaciones y la entrada de nuevos jugadores no eximen al gobierno de hacerse cargo, de no creerse su virtual realidad. Esto casi no se cuenta, pero cuenta mucho.

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vía Razón

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