Por Fernando Mejía Barquera
La radio, igual que la televisión y la prensa, se encuentran en pleno proceso de adaptación al ecosistema mediático generado por la convergencia tecnológica. Al igual que la televisión, la radio creó un lenguaje propio (en su caso basado en la combinación creativa de voz, música, efectos y silencio) que durante más de siete décadas le fue exclusivo: solo era posible escuchar masivamente piezas sonoras con lenguaje radiofónico, precisamente en la radio. Pero en el siglo XXI la situación cambió.
‘Podcast’ y ‘streaming’
Desde hace más de una década las piezas sonoras que resultan de la combinación de voz, música, efectos y silencio, no se escuchan solamente en las frecuencias de AM, FM y onda corta; podemos escuchar audio con lenguaje radiofónico en una diversidad de plataformas que incluye a la radio abierta (tanto la analógica como la digital), pero también al internet a través de podcast y streaming.
Ante esa situación, las radiodifusoras –además de transmitir sus contenidos por el espectro– han abierto, desde hace varios años, sitios web en donde distribuyen en tiempo real la misma programación que difunden por aire y colocan, además, archivos digitales con programas y contenidos de su fonoteca para que sean “bajados” por los escuchas, quienes pueden reproducirlos cuando lo deseen.
Edición no lineal
Pero internet generó también sitios en los que se transmite audio con lenguaje radiofónico y funcionan como una radiodifusora tradicional; es decir, con una hoja de programación que se sigue con rigor y respeto a la continuidad de horarios: son estaciones que solo transmiten por la red y aprovechan la neutralidad de internet para ejercer su derecho a la expresión sin tener que gestionar una concesión en el espectro radioeléctrico.
La digitalización del audio y la proliferación de los programas de edición no lineal (desde el modesto Audacity hasta el Pro tools o el Cubase, pasando por el Adobe Audition) pusieron a disposición de miles de personas –principalmente jóvenes– la posibilidad de crear sus propias piezas sonoras y distribuirlas por la red.
‘Home studio’
Hoy, una persona puede instalar con una inversión relativamente modesta su home studio: una consola pequeña o una interfaz, uno o dos micrófonos de buena calidad y precio relativamente bajo, un programa de edición no lineal, y algún material de insonorización y absorción para adaptar un espacio de grabación. Ahí puede producir sus propias piezas sonoras y luego distribuirlas por la red a través de procedimientos diversos, por ejemplo, la sindicación RSS o “redifusión web”.
Además de perder la exclusividad como difusora de los productos sonoros realizados con el lenguaje que ella creó, la radio perdió otra “exclusividad”: la de dotar gratuitamente de música más o menos continua a un público masivo; esa función que durante muchos años ejerció de manera solitaria la llamada “radio disquera” es compartida ahora por sitios de “streaming musical” como Spotify, Deezer, Napster, Xbox music o Sony music unlimited.
Principal plataforma
Incluso antes de que aparecieran estos sitios, la función de la radio como principal difusora de música ya había recibido un fuerte golpe con la proliferación del formato de audio comprimido MP3 y de los gadgets con capacidad para grabar y almacenar archivos de audio digital (en especial el iPod, de Apple) que permitieron a millones de personas guardar su música favorita para reproducirla en el lugar, el momento y orden en que desearan. Al contar con este recurso, buena parte de la audiencia juvenil empezó a alejarse de la radio.
En 2001, 90.2 por ciento de las cosas contaba con un aparato de radio; 2015 esa presencia había bajado a 65.8 por ciento, según el Inegi (o a 68.9 por ciento, según el Ifetel); sin embargo, según el Ifetel, solo 39.6 por ciento de los encuestados declaró que consume radio abierta (es decir, se puede tener receptor de radio en la casa, pero no utilizarlo). Si se considera que México tiene una población de casi 120 millones de personas, el hecho de que casi 40 por ciento (33.3 millones de personas) escuche radio significa que el medio mantiene una audiencia masiva importante y es todavía líder entre las plataformas que distribuyen contenidos de audio. La radio no desaparecerá –y menos aún el lenguaje creado por ella–, pero tendrá que defender su lugar dentro del ecosistema mediático.
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vía Milenio