Por: Federico González Luna Bueno.
Hacía mucho tiempo que en nuestro país no se veía un documento que pudiera causar tanto daño a un derecho que ejerce cotidianamente tanta gente. En el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) desoyeron reiteradas y sustentadas críticas al primer proyecto de documento. Nadie pensó que tal cosa pudiera convertirse en realidad.
Finalmente, el 21 de diciembre pasado se publicaron los Lineamientos del IFT sobre la Defensa de las Audiencias, agraviantes porque: a) son inconstitucionales; b) destruyen la libertad de expresión en la radio y la televisión mexicanas, y c) son discriminatorios en contra de los medios mexicanos en beneficio de los extranjeros.
Tan graves, que constituyen un golpe serio, incluso, contra el modelo de democracia liberal mexicano. Propios de regímenes rusos, si Nicolás Maduro emitiera reglas tales enfrentaría un escándalo de proporciones internacionales.
Los Lineamientos ya han sido fuertemente criticados en México por medios de comunicación, intelectuales, comunicadores, cámaras empresariales, políticos y partidos de izquierda, centro y derecha, por la Iglesia misma. Tanto la Cámara de Senadores como la Presidencia de la República han emprendido sendas controversias constitucionales, que ya han sido admitidas a trámite en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
El Pleno del IFT, en una laudable y sensata decisión, ha pospuesto la entrada en vigor de los Lineamientos hasta que se resuelva el fondo de la controversia en manos de la SCJN.
¿Qué fue lo que pasó?, ¿De verdad, queda tan poca convicción en México a favor de la libertad de expresión?
El IFT ha alegado en su defensa que en realidad lo único que hizo fue cumplir con el mandato que le dio la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión de 2014 (LFTR), en lo que tiene razón pero sólo en parte.
Si bien la LFTR contiene disposiciones impropias de un régimen que respeta a cabalidad la libertad de expresión, ello no conllevaba los extremos regulatorios en que incurrió el IFT. Digamos, si el legislador previó 5 en la LFTR, el IFT en sus Lineamientos lo llevó a 10.
¿A qué obedecieron los errores de la LFTR? Considero que provienen de los acuerdos del malhadado Pacto por México, en el que, en algún punto, se superpuso la necesidad de lograr acuerdos, per se, a principios políticos, técnica, racionalidad o justicia. Ese fue el caso de la libertad de expresión, que vino a pagar las fobias, rencores, e ignorancia de un sector de “críticos” de izquierda (de distintos partidos políticos, cabe decir).
Exigieron, condicionaron y obtuvieron una serie de preceptos en la Constitución y en la LFTR que podrían ser la envidia del ex-camarada Putin. En su afán de abrirse paso y cambiar el modelo de radio y televisión (de uno comercial a otro burocrático), destruyeron instituciones democráticas consolidadas.
Con el pretexto de acoger los derechos de las audiencias, pulverizaron el bien más preciado que tienen las audiencias: el de recibir información que ha sido emitida en libertad.
La libertad les enoja e incómoda pues sale de su control; en cambio, los “derechos” de las audiencias que ellos instituyen les sirven para controlar a los medios a través de múltiples mecanismos (defensores de la audiencia, criterios, sanciones, interpretaciones, etc.).
Tan radicales son que hace unos días se atrevieron a decir que los Lineamientos deberían endurecerse para que los defensores de la audiencia (ellos mismos) tuvieran asegurada su permanencia en el cargo y que nadie pudiera removerlos.
Sé que varios de los comisionados del IFT son gente preparada, técnica, de buenas convicciones. Cayeron en la trampa de darle gusto a radicalismos en contra de la evidencia.
Los Lineamientos son preocupantes por donde se les vea. Baste señalar que el IFT se atrevió a dar una definición de lo que es la veracidad (en un plano superior a Aristóteles, Platón, Bacon, Hegel, Kant…), y no sólo eso: se auto faculta para imponer sanciones del 3 por ciento de los ingresos anuales a quienes, a su juicio, no transmitan información veraz.
El IFT es poderoso como ningún otro órgano regulador de las telecomunicaciones en el mundo; le faltó lo más importante: saber limitarse.
Vía: El Financiero