Por: Redacción
El sismo de magnitud 7.1 del pasado 19 de septiembre cimbró la Ciudad de México, Morelos, Puebla, Estado de México, Guerrero y Tlaxcala. El fenómeno natural dejó a su paso imágenes de destrucción, de miedo y de dolor, pero también de solidaridad y esperanza. Durante estos días, hemos sido testigos del esfuerzo de miles y miles de voluntarios que se han roto la espalda para buscar vida entre los edificios derruidos. Otros tantos que han colectado víveres, ropa y productos de higiene en sus centros de acopio y los han llevado a lugares recónditos, inaccesibles y —en algunos casos— peligrosos donde la ayuda se necesita a racimos llenos.
Todas estas escenas nos reconfortan y nos hacen creer que siempre habrá alguien que nos tienda la mano, aun en los momentos más difíciles. Más en los momentos difíciles. La perrita Frida, y los demás canes rescatistas, han representado, también, parte de este sentimiento. Tanto así, que algunos ciudadanos ya han propuesto erigir una estatua en honor de estos animalitos. La historia de Jacinto, un perro poblano, es una de esas que nos abraza el alma.
El pasado 19 de septiembre, la señora Antonieta Pérez, de 85 años, salió de su casa, ubicada en el municipio de Atzitzihuacán, para alimentar a un burro que estaba en el patio de su casa. Entonces empezó a temblar. Su casa se derrumbó por el fuerte movimiento telúrico con sus esposo adentro. Don Trinidad, de 97 años, ya no pudo salir del inmueble. De acuerdo con Manuel Rivera, brigadista de la fundación Marabunta, al llegar a la comunidad a dejar víveres, notó que Jacinto estaba reposando, casi sin fuerzas, en el suelo, a lado de donde antes estaba la casa de doña Antonieta.
A pesar de los intentos que hicieron para moverlo, el perrito siempre volvía a posarse en el mismo lugar. En redes sociales ya lo han bautizado como el Hachiko mexicano por su similitud con el legendario can japonés.
“Ya déjenlo, es el perro de mi esposo. Pobrecito, él se iba todos los días a la milpa con mi viejito y en las tardes regresaban juntos. Él está muy triste porque ahí fue donde falleció mi marido. Se le cayó la casa encima. Por eso está triste. Desde el temblor lo encontramos ahí y desde entonces no se ha movido”, dijo doña Toñita a los rescatistas, según el relato del brigadista. Esta historia es una buena respuesta para todos los que en redes sociales cuestionaban que se rescataran animales de entre los escombros.
Vía: Sopitas