Por: Redacción
Qué es ser inadaptado? ¿No estar de acuerdo con las políticas sociales comunes? ¿No seguir las modas? El éxito de The End of the F***ing World no habla solo; los marginados sociales son un excelente elemento para sacarle jugo a una historia, sin embargo, el amor de James y Alyssa traspasa cualquier historia antes contada en una comedia oscura. Esta es la nueva imperfecta historia de amor.
Con solo ocho capítulos de 20 minutos la historia atrapa y hace querer más. Basada el cómic homónimo creado por Charles S. Forman y estrenado hace unos meses en el Reino Unido, The End of the F***ing World, ahora importada por Netflix, cuenta la historia de James, un chico de 17 años que cree ser un psicópata; con una niñez muy difícil, él siempre se enseñó a no sentir nada, a vivir en un mundo en el que solo encuentra placer matando animales, siempre con las ganas de cazar un pez más gordo. Poco tiempo después conoce a Alyssa, una adolescente problemática y rebelde, que solo dice groserías y quiere que se haga lo que ella quiere. Juntos formarán una pareja sin duda retorcida, pero entrañable.
Alyssa y James son lo que todos a los 17 años fuimos, pretender lo que no somos –contado perfectamente en voz en off toda la serie- sin embargo, cada uno quiere salirse de su realidad, así que deciden dejar todo e irse de la ciudad. A pesar de que la serie se pasa como agua, hay una gran brecha entre los primeros tres capítulos y el resto de la serie. Ambos personajes tienen una gran transformación, tanto física como emocional; en ocho capítulos el cambio es radical, pero de manera positiva.
La banda sonora es otro de los grandes aciertos, cada canción está pensada para encajar perfectamente con el mood melancólico alrededor de dos adolescentes escapando de sus miserables vidas. James y Alyssa se convertirán en tu pareja indie favorita del momento, The End of the F***ing World está hecha para consumirse de una sentada sin pausas, tiene una genial narrativa, uno que otro cliff hanger y un gran final que no querrás perdértela por nada del mundo.
Vía: Sopitas