Por: Redacción
Si nos ponemos objetivos, nos estamos ahogando en un mundo de superhéroes. Y no porque las historias no sean buenas o estemos aburridos de ellas, sino porque como público nos hemos vuelto más conformistas y esperamos que cada año salga uno que otro filme con personajes de cómic que nos demuestren a través de sus enormes secuencias de acción hechas con tecnología de punta, que el mundo ya no es el mismo y nunca volverá a ser igual.
Llevamos 10 años con este ir y venir en el que quedamos fascinados con una película de superhéroes hasta que llega una “nueva”. Esto sucedió con la salida de Black Panther, considerada la mejor película dentro de su género, hasta que unos meses después llegó Avengers: Infinity War y todos nos olvidamos de la fuerte declaración social y política del “Wakanda forever!”.
Sin embargo, eso no significa que está mal, sino que esas mismas historias para que se conserven y se conviertan en algo más que un blockbuster, deben significar algo y nosotros debemos aprende una lección. Quizá Marvel o DC todavía no estén listos para dar este paso que las películas animadas, desde antes de que todo comenzara, ya había dado. Sí, nos referimos a Los Increíblesde Pixar de 2004, una cinta que siguiendo la misma línea de este estudio de animación, se mostró flexibles y divertida para los niños, pero también reflexiva para los adultos.
A través de una crisis de edad media de Bob Parr, quien se encuentra obligado a hacer trabajo de oficina cuando tiene el potencial de salir y salvar el mundo, Brad Bird nos presentó a la familia completa compuesta por Helen (Elastigirl), Violeta, Dash y el bebé Jack Jack. Con ellos aprendimos que el mundo se obliga a sí mismo, y a nosotros, a dividirnos entre ser ordinarios o súper sin la posibilidad de un punto medio medio donde una mamá trabajadora también tenga la posibilidad de educar a sus hijos o un niño deba esconder lo que o hace grande para evitar que lo señalen.
Entre otras grandes lecciones, Los increíbles llegó en un momento difícil y de transición en que el Internet y las nuevas tecnologías de la información vinieron para conectarnos con el mundo, pero no para hacerlo más justo e igualitario. En 2004 llevábamos algunos años conectados en la red, pero aún no comprendíamos en su totalidad el alcance de la misma; ese mismo año también comenzaron a llegar las redes sociales a nuestra vida como una forma de socializar y comunicarse, pero no de entablar largas relaciones humanas y mucho menos de definir nuestra identidad como el caso de la familia Parr.
Pero con 14 años de diferencia, las cosas podrían ser ligeramente –sólo un poco– distintas. En tantos años, algunas cosas han cambiado de forma radical, otras permanecen de la misma forma y algunas, como mencionamos, presentan un cambio casi imperceptible. Los Increíbles 2 llegan en 2018, un año en el que intentamos definirnos a nosotros mismos, las libertades se buscan no se esperan y la premisa de que todos somos iguales, entre razas, géneros y clases sociales, se busca implantar en la mente de todas las personas.
Esta segunda parte empieza exactamente donde la otra terminó, con la amenaza subterránea de un personaje, pero con la diferencia de que los que estamos viendo tenemos 14 años encima. Mientras la otra puso a un hombre fuera de casa para salvarse a sí mismo, esta nueva parte pone a Helen en las calles para darle al mundo, otra vez, una razón para querer a los superhéroes conviviendo entre las personas ordinarias y, de paso, salvarlas. Y esa es la gran pero sutil diferencia que Bird en 14 años le dio a una de sus más grandes películas que, desafortunadamente, no refleja el sentido de un año lleno de cambios: aquí, nuevamente, se esperaron las libertades, no salieron en busca de ellas.
Quizá la llegada de Los increíbles 2, por más esperada que haya sido, no era necesaria. O tal vez sí para todos aquellos que como Bob, se encelan hasta llegar a un punto depresivo por el hecho de que las mujeres son capaces de tomar la batuta y del otro lado, como en este caso, deben descubrir las cualidades necesarias para cuidar a los hijos que ellos mismos concibieron. Ahora, tanto en la realidad como en la ficción, sabemos –aunque no quiere decir que lo entendamos– que esos cambios y esa igualdad de género que pone a la mujer como la salvadora del mundo, son como los superpoderes de un personaje de cómic o una familia llena de gente extraordinaria: requieren una gran responsabilidad… tanto personal como colectiva.
Vía: Sopitas