Por David Páramo
Muchos de los radiodifusores deberían tomar con seriedad una frase, muy posiblemente mal atribuida a Charles Darwin, que dice: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino las que se adaptan mejor a los cambios”.
Atrás de la furia y las amenazas del presidente de la CIRT, Edgar Pereda, en contra del Instituto Federal de Telecomunicaciones no únicamente está su preocupación por defender su negocio, no necesariamente los intereses del gremio, sino la nula comprensión de muchos radiodifusores de que ha terminado la era de los dinosaurios.
Una frase que han usado reiteradamente los empresarios de abolengo en este sector ante las autoridades es “mi padre fue radiodifusor, yo soy radiodifusor y no sé si mi hijo será radiodifusor” y reclaman como si fuera una obligación del Estado mantener el negocio en los términos en que floreció su negocio, los cuales claramente no aplican en un México plenamente democrático y de competencia a favor de los consumidores.
Deben comprender que ya cayó el meteorito y que tendrán que adaptarse o morir.
Atrás de los dichos y los comunicados oficiales está la falta de adaptación al cambio, perder el efecto club ante la entrada de nuevos competidores y la modificación fundamental de las condiciones con las cuales se relacionan no sólo con el gobierno, sino también con clientes y público.
Hay quejas que han planteado que no son responsabilidad del IFT, como el cobro de derechos de piso por la delincuencia organizada o la absurda espotiza ordenada por los partidos políticos, que no sólo disminuye las audiencias, sino también el espacio para la comercialización, que debe ser la fuente fundamental de ingresos para una estación de radio.
DIFERENDO
Donde no han llegado a un acuerdo y que sí tiene que ver con el organismo regulador de las telecomunicaciones es en dos puntos: Refrendos y la licitación de 500 nuevas estaciones.
Primero. La CIRT dice que los radiodifusores no conocen el esquema para los refrendos y que, de aplicarse, podrían perder su negocio.
Sin embargo, las reglas existen desde 2009 y si no se aplicaron cabalmente fue por una decisión, sin autoridad, del presidente de la extinta Cofetel, Mony Sacha de Swaan, que cobraba una anualidad.
La fórmula, elaborada por la Secretaría de Hacienda, establece que el valor del radioescucha se determina con una mezcla entre el Índice Nacional de Precios al Consumidor y el Censo de 2010, ambos elaborados por el Inegi, y se ajusta por los años de la concesión. Los radiodifusores pretenden que se siga usando el Censo de 2000 y no están dispuestos a pagar, como marca el ordenamiento, por la concesión, sino que pretenden seguir con las anualidades.
De acuerdo con estudios del IFT, que son del conocimiento de los radiodifusores, el 60% de las estaciones de radio pagará dos millones de pesos o menos; el 80% pagará cuatro millones de pesos o menos por concesiones a 20 años, es decir, la inmensa mayoría pagará menos de 200 mil pesos por año.
Segundo. Como le informé en exclusiva en su momento, el IFT tomó la decisión de asignar el espectro disponible, como está obligado por ley, mediante un esquema en el que se amarra las manos para que sea el mercado el que lo determine.
Hay radiodifusores que simple y sencillamente les parece monstruoso, porque esperan que el gobierno haga un estudio que les garantice su proporción de mercado o algo así, vamos, no abandonar su rentable forma de hacer negocio.
El esquema determinado por la autoridad hace que sean los propios participantes del mercado de la radiodifusión y quienes desean entrar los que determinen en cada plaza si habrá oportunidad de negocio o no.
Parecería que la decisión es correcta si se considera que a una semana aproximadamente de que se lanzó la licitación, ya se inscribieron 62 grupos reales (ya cumplieron con el requisito de presentar su FIEL), lo que garantiza que sí hay interés por parte de grupos de radiodifusores actuales, así como nuevos participantes cuyos planes de negocio, en muchos sentidos, dependerán de nuevas fórmulas tanto de contenidos como de comercialización, los cuales contribuirán a generar una mayor y mejor competencia.
Entre los miembros de la CIRT la posición no es monolítica, puesto que si bien hay algunos que pretenden negar el cambio evolutivo, otros más no sólo están adaptados, sino que llevan mucho tiempo modificando la forma de hacer negocio.
La radiodifusión debe dejar de ser un negocio familiar para transitar a empresas institucionales, como las que demanda el México actual.
vía Dinero en Imagen