Por José F. Otero
La llegada de 5G será crucial para lograr el ancho de banda requerido para que los aparatos de un hogar estén conectados a servicios audiovisuales de forma simultánea y que esto se complemente con conversaciones frente a hologramas
El otro día hablaba con un par de periodistas investigativos, de esos que gustan de verificar dos o tres veces un dato controversial para asegurarse de que no está siendo manipulado por nadie, sobre el impacto real que tendría el Internet de las Cosas (IoT, por su sigla en inglés) en América Latina. El argumento, bastante convincente por cierto, es que la realidad que vemos en videos, donde la persona desde que despierta y se prepara para salir hasta que llega al auto, está conectada en múltiples dispositivos.
Concuerdo completamente con esta visión. Hasta les comenté que yo en los pasados 20 años he visto distintas versiones del mismo video como publicidad de muchísimas empresas de telecomunicaciones alrededor del mundo. Entre las razones que di para mi posición era una bastante simple: el ancho de banda que requeriría que todos los aparatos de un hogar estén conectados a servicios audiovisuales de forma simultánea y que esto se complemente con conversaciones no de videollamadas sino frente a hologramas. Luego les pregunté: ¿se imaginan la factura mensual de Internet para poder soportar todos esos servicios?
Nos encontramos en un momento en donde todas las empresas de telecomunicaciones están expandiendo su alcance con tecnologías alámbricas capaces de soportar altas velocidades de transmisión de datos. En algunas regiones el esfuerzo lo lidera la industria privada, en otras se hace con inversión pública y en otras localidades por medio de alianzas entre estos dos sectores de la economía.
Falta mucho para que los hogares totalmente conectados de las publicidades se hagan una realidad en América Latina. Tampoco olvidemos que no lo son en Estados Unidos o Europa Occidental.
La pregunta de rigor fue: ¿entonces de donde saldrá ese gran crecimiento del IoT que tanto se menciona como excusa para justificar la llegada de 5G?
Mi respuesta no fue sencilla, pues como pueden imaginar no hay una sola justificación que sirva de respuesta sino un conjunto de tendencias que cuando se juntan sirven para explicar la necesidad de invertir en fibra óptica e incrementar la cantidad de espectro radioeléctrico otorgado a los operadores para que de esta forma puedan crecer y modernizarse las redes de telecomunicaciones de la región.
Primero hay que pensar en todos los dispositivos que tenemos a la mano en estos momentos en que la penetración móvil de América Latina sobrepasa 120 por ciento. Si miramos alrededor es fácil encontrar a una persona que utilice su conexión a Internet para conectar más de un aparato. Ahora piensen que al igual que con los autos y los celulares, cada año salen nuevos modelos de televisores y otros electrodomésticos. La llegada de estos nuevos modelos implica que los anteriores se han dejado de fabricar o como mínimo el número de unidades que se fabrican se ha reducido bastante.
Con este dato a la mano, piensen que muchos de estos aparatos electrodomésticos y la gran mayoría de todos los autos nuevos que se vendan en los próximos años tendrán la capacidad a conectarse a Internet. La explosión en conexiones del IoT no se verá en los famosos hogares conectados sino en el incremento de aparatos de uso cotidiano que tendrán la capacidad de conectarse.
Ambos periodistas me dijeron que hacía sentido. No obstante, les dije que eso era sólo una parte del crecimiento pues el impacto de políticas que busquen las transformaciones de las zonas metropolitanas en ciudades inteligentes y la construcción de edificios inteligentes también traerá consigo una demanda mayor de capacidad para transmitir todo tipo de datos.
Lo anterior sin olvidar iniciativas de gobierno electrónico, la digitalización de los servicios de salud o la incorporación de nuevas tecnologías en la educación.
“Es por esta razón que 5G se vuelve tan importante ante el crecimiento del IoT”, les dije como conclusión.
vía El Economista