¿Spots a la medida?

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Por Javier Orozco

Casi se han cumplido nueve años de la reforma electoral-constitucional que transformó el modelo de comunicación política: de spots comprados por partidos a spots gratuitos. La justificación: era un gasto excesivo.

Es fácil darse cuenta de cómo se ha distorsionado esa idea “transformadora”: los partidos siguen recibiendo financiamiento público como si compraran spots y, hasta los dirigentes nacionales aparecen en ellos.

Ver spots en los que figuran Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador, Enrique Ochoa y, en su tiempo, Agustín Basave no es extraño y se podrá decir que no tiene nada de malo: es libertad de expresión y sus prerrogativas.

Pero no han reflexionado en el mensaje que dan a las audiencias (potenciales electores), y en lugar de conseguir adeptos han logrado el rechazo de una ciudadanía que espera solución a cosas elementales: empleo, vivienda y un mejor poder adquisitivo; ya no esperan grandes obras, sino lo mínimo indispensable para vivir dignamente.

A cambio, reciben spots de partidos que atacan al adversario, convocan debates y hasta hacen promoción personalizada; todo a costa de tiempo “gratuitos”, que sí tienen costo, al ser una contraprestación que pagan los concesionarios de radio y televisión (comercial, públicos y sociales) y hasta la Ley de Ingresos prevé un estimado de su valor.

Por cierto, el viernes pasado una ciudadana interpuso queja ante el Instituto Nacional Electoral (INE) por el reciente spot del PAN en el que apunta que su dirigente nacional promueve de forma anticipada su imagen: “…defraudando el modelo de comunicación…”.

Es tiempo de que el INE y el Tribunal Electoral sienten un criterio en la materia, no por coartar libertades, ni presionados por partidos; sino por raciocinio y respeto a al ciudadanía en general. Es simple: acatar la Ley de Partidos Políticos que dice: “La propaganda de carácter institucional que lleven a cabo únicamente podrá difundir el emblema del partido político, así como las diferentes campañas de consolidación democrática, sin que en las mismas se establezca algún tipo de frase o leyenda que sugiera posicionamiento político alguno…” ¿Más claro, ni el agua?

Lo anterior en virtud de que no son tiempos de campaña, sino ordinarios (como los llama la legislación), donde se entiende que debe prevalecer la cultura cívica y no la confrontación o promoción.

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vía Especialistas

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